lunes, 26 de noviembre de 2012

El Gobierno lo ejerce el pueblo junto con los supremos poderes

El artículo segundo de nuestra Constitución Política dice lo siguiente: “La soberanía reside exclusivamente en la nación”. Dicho en otras palabras y para que nos entendamos todos, la soberanía es la potestad que tenemos cada uno de los costarricenses, individual y colectivamente, de decidir sobre nuestro propio destino y en relación con los asuntos que competen a la sociedad en su conjunto.

En ejercicio de esa soberanía, en 1949, se acordó establecer un régimen político de tipo republicano. No acordaron los constituyentes, ni los ciudadanos que aprobaron la Constitución Política que éstos elaboraron, que el Estado costarricense se rigiera por una Aristocracia o por una Plutocracia; esto con el pesar de algunos políticos modernos que, probablemente, desearían que alguno de estos tipos de régimen político fueran los existentes en Costa Rica.

La República moderna tiene como base al régimen político que surgió después de la Revolución Francesa. Una de las ideas fundamentales que inspiró ese hito histórico fue la necesidad de distribuir el poder, tesis como las de John Locke y el Barón de Monstesquieu ayudaron a dar sustento ideológico a este tipo de organización política. La idea que ha prevalecido y que ha caracterizado al régimen republicano es: la no concentración del poder en ninguna instancia o persona.

La premisa de que la soberanía reside en cada costarricense y que en ejercicio de ésta, se decantó por un régimen político republicano, se refleja claramente en lo consignado en el artículo noveno de la carta magna que dice: “El Gobierno de la República es popular, representativo, participativo, alternativo y responsable. Lo ejercen el pueblo y tres Poderes distintos e independientes entre sí: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial”

Cada palabra de este texto constitucional tiene un significado en sí mismo. Primero nos indica que la República va tener un Gobierno, que no es lo mismo que decir tendrá una administración. El Gobierno es aquella instancia que toma las decisiones que a la administración le tocará llevar a la práctica. No es lo mismo, Gobierno que Administración.

Ahora bien, las personas que pasajeramente ejercen el Gobierno tienen que tener muy en cuenta las atribuciones que la Constitución Política les asigna. Al decir que es popular lo que significa es que, recordando a Lincoln, el Gobierno es del pueblo, para el pueblo y por el pueblo; desgraciadamente, muchos suelen olvidar este imperativo cuando se encuentran en los puestos de toma de decisión.

Por otra parte, cuando el artículo constitucional afirma que el Gobierno es representativo, no significa esto que el pueblo renuncia a su soberanía en función de su representante. La representación es una figura que se ideó cuando las comunicaciones eran precarias y había que elegir a una o varias personas para que representaran a los miembros de una población en los órganos de decisión colectiva; en la actualidad la situación que originó ese instituto político tiene menos sentido, especialmente, porque la incomunicación formal ya no es un obstáculo para saber qué temas se están debatiendo en los órganos de toma de decisión. En todo caso, los representantes ante los órganos de Gobierno deben tener presente, que su designación no es un cheque en blanco para hacer lo que les dé la gana.

La indicación de que el Gobierno es participativo evidencia que no puede, ni debe, dejar de tomar en cuenta a la ciudadanía. Cuando el pueblo se manifiesta está ejerciendo y reivindicando su participación en el Gobierno; sin embargo, hay personas que al parecer no saben, no se acuerdan, no entienden o simplemente quieren desconocer, el significado de estos conceptos fundamentales. La participación del pueblo no se reduce a votar cada cuatro años o a votar cada vez que se convoca a un referéndum, de ahí que sea necesario manifestarse para exigir esa participación ante aquellos que desconocer lo que indica el artículo noveno de la Constitución Política.

La alternancia del Gobierno muestra el deseo del constituyente y de la ciudadanía que votó el texto constitucional, de evitar la perpetuación de las personas en los diferentes puestos gubernativos. No me es ajeno que este es un punto caliente dependiendo del puesto que se esté considerando y de la coyuntura en que se plantee la alternancia; sin embargo, reitero lo que he dicho en otros artículos: la regla debería ser la posibilidad de reelección inmediata por un período igual al establecido para el puesto correspondiente y después, en caso que haya sido reelecto y una vez cumplido el segundo periodo, se le agradece a la persona su trabajo y la persona tiene toda la libertad y el derecho de dedicarse a lo que quiera.

Finalmente se consigna el artículo noveno que el Gobierno es responsable. La responsabilidad es para con el pueblo que exige decisiones que vayan en favor del bienestar colectivo; es decir, los que están en la toma de decisiones no deben perder de vista que su responsabilidad es para con todos los ciudadanos y no para con unos cuantos. El pueblo debe exigir en todo momento esa responsabilidad y no permitir que ninguna mala decisión pase desapercibida o que se olvide bajo el manto de la impunidad.

Pero como si fuera poco y, ¡para que no le falte!, la Constitución Política reafirma que el Gobierno lo ejerce el pueblo y el poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial. En otras palabras, les recuerda a las personas que están en esos puestos de decisión, que el ejercicio de sus cargos lo deben hacer tomando en consideración al pueblo.

De ahí que los ciudadanos tenemos el derecho y la obligación, cuando los miembros de los supremos poderes desconocen este mandato constitucional, de recordarles quiénes tenemos la soberanía en la República y que el pueblo no es un convidado de piedra a la hora de ejercer el Gobierno.

La manifestación pacífica es una de las tantas formas en que el pueblo reivindica esos postulados. Sin embargo, la historia nos enseña infinidad de ejemplos en que los pueblos se han revelado cuando los gobernantes no escuchan a su pueblo y pierden el respeto por aquellos que tienen la soberanía dentro de la República.

A los miembros de los supremos poderes, sin excepción, con todo respeto les digo: Tengan presente estos dos artículos de la Constitución Política y no pierdan la perspectiva. Los pueblos son pacientes pero un día, nunca se sabe cómo y por qué, pierden la paciencia; es decir, un día cualquiera se desatan acontecimientos, se desbordan las pasiones, se canalizan las frustraciones y el ser humano da rienda suelta a sus instintos más básicos.

O para decirlo a lo tico: No le jalen mucho el rabo a la ternera porque nadie sabe cómo puede reaccionar y qué daños puede provocar.
Artículo publicado en el Diario El País.cr, 26 de noviembre de 2012. (4)

sábado, 17 de noviembre de 2012

Carta abierta a Fabio Molina

Uno de los cursos de primer año en la Facultad de Derecho, tiene entre sus contenidos la enseñanza de algunos aspectos básicos de lógica. Vemos las falacias no formales entre las que se encuentran las falacias de atingencia, siendo una de ellas la denominada falacia de causa falsa. Señor Molina, a quién pretende engañar afirmando que lo ocurrido con el magistrado Fernando Cruz tiene como causa o motivación el deseo de que la Sala Constitucional no se extralimite en sus competencias.

Su razonamiento no sólo es una falacia de causa falsa, sino también es una falacia de composición. No existe relación entre no reelegir un magistrado y la reforma de la ley de Jurisdicción Constitucional para acotar las potestades o reestructurar el funcionamiento de la Sala Cuarta. Todos sabemos que lo segundo se hace con una reforma a la ley que, por cierto, los legisladores actuales y los anteriores no han tenido la voluntad o capacidad de hacer.

Señor Molina, como estudiante y como ciudadano le exijo respeto. No trate a la ciudadanía como si fuéramos imbéciles, personas como usted hacen que las personas detesten a la política. Tenga un poco de amor propio, deje de comportarse como una persona sin criterio propio y sometido a los designios de esas personas que todos conocemos. A mi corta edad no puedo entender como alguien puede soportar un vasallaje de esas dimensiones.

En un país tan pequeño como Costa Rica todo se sabe. Todavía más cuando se trata de un asunto relacionado como el pequeño mundo de la política y el derecho. La excusa que usted ha dado para haber promovido la vejación que le han hecho al magistrado Cruz es de lo más burda y soez, sinceramente, lo retrata de cuerpo entero y evidencia la putrefacción de la clase política costarricense.

Usted ha dicho, sin el menor sonrojo, como parte de sus “argumentos”, que es necesario renovar a la Sala Constitucional y que esa es una de las razones por la cual se promovió la votación contra el magistrado Fernando Cruz. Si esa fuera una justificación sincera, tendría que comenzar por no reelegir al magistrado Luis Paulino Mora Mora; ya que éste es magistrado de la Sala Constitucional desde 1989 y que, de paso, no ha aflojado la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia desde 1999.

Como estudiante me ha tocado leer las sentencias de la Sala Constitucional. Usted puede estar de acuerdo o no con los razonamientos del magistrado Fernando Cruz, pero cuesta encontrar una fundamentación falaz en sus pronunciamientos; todo lo contrario de los planteamientos que su persona ha realizado, para intentar justificar esta acción marrullera y que es propia de los políticos de poca monta que vienen ostentando puestos en los últimos años.

No he tenido el privilegio de ser alumno de Fernando Cruz, pero tengo las mejores referencias de él como profesor. Espero que vuelva a la academia donde se le quiere y se le respeta, ya que se necesita gente como él en las aulas universitarias. Podrá hacerlo, a diferencia de otros, con la frente en alto y con la dignidad que las personas correctas y de bien tienen. Estoy seguro que, en el claustro universitario, encontrará un lugar en el que siga luchando contra las personas que quieren hincar a la institucionalidad costarricense.

Quiero finalizar diciéndole que personas como usted no merecen ser representantes de la ciudadanía costarricense. Su forma de expresarse y de fundamentar este hecho vergonzoso es un insulto a la inteligencia de cualquier persona con un mínimo de formación. Lamento que la provincia de Alajuela tenga un representante ante el Parlamento de sus características, si tuviera un poco de decoro debería abstenerse de salir a los medios de comunicación a justificar la razón de la sinrazón.
Artículo de opinión publicado en El País.cr, 17 de noviembre de 2012. (15)

martes, 13 de noviembre de 2012

El opio del pueblo costarricense

Una de las frases más conocidas de Karl Marx es: La religión es el opio de los pueblos. La frase leída fuera de contexto y de manera aislada se ha prestado para malas interpretaciones. El enunciado adquiere otro sentido cuando se lee el texto completo en que está contenida. Una de las tantas versiones en español de la Contribución a la Crítica del Estado de Hegel (o del Derecho según sea la traducción) dice lo siguiente:

“La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo. Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real. La exigencia de renunciar a las ilusiones sobre su condición es la exigencia de renunciar a una condición que necesita de ilusiones. La crítica a la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle de lágrimas, cuyo halo lo constituye la religión.”

Desgraciadamente el planteamiento de Marx fue interpretado en los regímenes mal llamados comunistas, como una solicitud para suprimir a las diferentes denominaciones religiosas. Sin embargo, la crítica marxista (desde mi perspectiva), no estaba orientada a eliminar la práctica religiosa, sino que iba en el sentido de evitar que la religión se convierta en un inhibidor de la lucha contra lo que él llamaba la miseria real.

Para decirlo de una forma sencilla y para que nos entendamos. Si hay un reino celestial después de la muerte y se pregona que la entrada a ese lugar requiere del sufrimiento aquí en la tierra, hay personas que, dependiendo de lo que le diga su líder religioso, pueden considerar que no vale la pena luchar para cambiar la situación de miseria y pobreza que le ha tocado vivir en la tierra. Al fin y al cabo la verdadera vida es la que tendrá en el cielo o en el reino de Dios, claro está, siempre y cuando no haya faltado a las normas religiosas establecidas por la Iglesia correspondiente.

Quiero dejar claro y para que no haya malos entendidos, que estoy a favor de la libertad religiosa. Defiendo la tolerancia como valor fundamental de cualquier sociedad democrática, así como el derecho a la libertad de conciencia. Toda persona tiene derecho a creer o no creer en lo que estime conveniente, así como practicar o ser feligrés de cualquier Iglesia o denominación religiosa que decida. No obstante, me parece que una persona puede creer en Dios e incluso practicar una religión, sin que ello lo inhiba de protestar y oponerse a la inequidad social o manifestar su repudio a los excesos de ciertos sectores de la sociedad.

No se puede negar la influencia que tiene la ideología religiosa en nuestra sociedad. Independientemente de la religión que se profese, la mayoría de los costarricenses estamos muy influidos por la idea de Dios y por los valores o desvalores que sus dirigentes han difundido desde tiempos inmemoriales.

En no pocas ocasiones se suele dejar asuntos que requieren de la acción del ser humano en las manos de la divinidad y eso suele expresarse en frases como: Que sea lo que Dios quiera o Dios proveerá. En última instancia sería mejor que en lugar de fomentar una actitud como la descrita, se abogue por otra en que se privilegie el esfuerzo personal y que podríamos sintetizar en la frase: A Dios rogando y con el mazo dando.

Ahora bien, si agudizamos nuestra observación de la realidad costarricense, veríamos que en la actualidad existen otros opios que nos tienen adormecidos o, mejor dicho, distraídos. Resulta evidente que en la sociedad actual se han creado una serie de distractores para que las personas mantengamos nuestra mente ocupada, especialmente, en temas que están alejados de aquellas cosas que impactan contundentemente nuestra vida diaria.

No hay que ser una luminaria para percatarse que, por ejemplo, el fútbol se ha convertido en un opio igual o más poderoso que el señalado por Marx en 1844. En la actualidad hay partidos de fútbol todos los días de la semana, tanto nacionales como extranjeros, es una actividad omnipresente en nuestra sociedad y eso se refleja en los temas de conversación prevalecientes entre las personas.

Antes la jornada futbolística se limitaba al domingo y en un horario que estaba restringido a las once de la mañana para todos los partidos. De un tiempo para acá es avasallante la forma en que este deporte invade la vida de las personas y como los medios de comunicación dedican la mayoría de su programación a este distractor universal.

A la par del fútbol y de otros deportes, está el opio de los espectáculos televisivos (Bailando por un sueño, El Chinamo, Intrusos de la farándula, etc.), conciertos musicales, corridas de toros, Megabares y un largo etc. Las “estrellas” de estos y otros espacios son personas con mucho músculo, glúteos, senos y, aunque no se puede generalizar, con poco seso; gente que hace de lo superficial y de lo estúpido lo normal, lo “chic”, lo “cool”,en otras palabras, lo que te hace ser el más guapo e interesante o la más divina o sexy.

El problema no es que exista este tipo de gente, al fin y al cabo, hay que respetarlos como seres humanos y tienen todo el derecho de hacer con su vida lo que quieran. El gran dilema es que se ha ido estableciendo en el imaginario colectivo la creencia que la sociedad costarricense es eso, es decir, que para ser exitoso en la vida hay que comportarse de esa manera.

La realidad del más de 20% de pobreza que venimos arrastrando o del aumento sostenido de la inequidad que han venido denunciando los diferentes estudios socioeconómicos, queda relativizada a partir de esta ideología de lo superfluo. Los héroes ya no son los Clodomiro Picado, ni los Rodrigo Facio, ni las Carmen Lyra, sino que hay que parecerse a los Edgar Silva, a los Walter “El Paté” Centeno o a la Marilyn Gamboa, por mencionar solo algunas “luminarias” ticas.

Cada cual es libre de ver, hacer o divertirse de la manera que estime conveniente. No obstante, los jóvenes debemos darnos cuenta que la “realidad” difundida por los medios de comunicación, no siempre se corresponde con la realidad que vivimos las personas de carne y hueso. Nadie está planteando que las personas dejen sus creencias o su religión, tampoco se pretende que dejen de ver los partidos de fútbol o los espectáculos televisivos de turno; lo que decimos y postulamos, es que es necesario percatarse que existe una realidad bastante diferente de esa frivolidad con que la ideología imperante presenta nuestra vivencia diaria.
Artículo publicado en el Diario El Pais.cr, 13 de noviembre de 2012. (12)

martes, 6 de noviembre de 2012

Analfabetismo jurídico

En Costa Rica y en otros países del mundo, no todos los abogados graduados y colegiados saben de Derecho. Hay personas que tienen la creencia que la persona con un título académico e incorporada al Colegio de Abogados conoce la ciencia jurídica. La realidad, desgraciadamente, evidencia lo contrario y verifica, constantemente, la falsedad de esta creencia.

La realidad jurídica del país muestra que hay, al menos, cuatro tipos de personas relacionadas con la aplicación del ordenamiento jurídico. Un primer grupo es aquel que debido a su relación con una oficina de abogados, por trabajar en entes u órganos relacionados con la aplicación del Derecho, aprenden a realizar una serie de trámites que no requieren de ningún conocimiento jurídico. Notificadores, “Gavilanes” y la Secretaria del Bufete, por ejemplo, entran en este conjunto.

Un segundo grupo son los que podemos denominar los técnicos jurídicos. Son personas que dicen haber estudiado Derecho pero que en realidad lo único que les han enseñado es lo que dicen los Códigos y Leyes, muchas veces sin entender el origen y el sentido de los institutos jurídicos consignados en los textos legales. En esencia, se trata de los denominados tinterillos, es decir, el legítimo rábula. Entre estos encontramos abogados (litigantes, jueces, asesores legales) que nunca leyeron un texto de teoría jurídica y mucho menos de filosofía del derecho.

Un tercer grupo son aquellos que sí han leído textos jurídicos y se supone conocen de la teoría jurídica. No obstante, no es raro encontrarse abogados que ni siquiera se acuerdan de los autores que leyeron y mucho menos saben explicar lo que el autor respectivo planteaba. En el mejor de los casos, los abogados de este grupo se caracterizan por asumir la teoría como un dogma de fe y por nunca cuestionar los postulados teóricos que les fueron enseñados; en otras palabras, se trata del clásico abogado que pretende impresionar a partir de la repetición irreflexiva de fórmulas de autoridad de los diferentes autores.

Por último, encontramos un cuarto grupo, sumamente pequeño, que tiene conocimiento del Derecho y además asume una actitud crítica frente al mismo. Los abogados que están en este nivel son los menos y son aquellos que comprenden que el Derecho no es una aplicación mecánica de la ley (positivismo ideológico) sino que supone un instrumento para la realización de un valor supremo como la Justicia.

En Costa Rica lo que abunda son los abogados del segundo grupo. La falta de cultura jurídica es un problema que tiene su origen, entre otros factores, en la aparición de una serie de Escuelas de Derecho que han hecho negocio con una carrera con costos mínimos y ganancias máximas. En efecto, a diferencia de otras carreras en que se requiere una alta inversión en equipo (Odontología, Microbiología, Ingeniería Eléctrica, etc.), la carrera de Derecho es de las denominadas de tiza y pizarra; es decir, sólo se requiere invertir en un aula con asientos, pizarra y un “profesor” que repita los apuntes que hizo cuando cursó la materia que imparte.

Usted que está leyendo este texto, por favor, pregunte a un abogado reputado: ¿Conoce usted cuál es el planteamiento teórico desarrollado por Hans Kelsen? En el mejor de los casos le va a responder diciendo algo sobre la pirámide kelseniana de jerarquía de las normas, pero no se sorprenda si no le saben explicar más allá de su enunciado. En todo caso, no espere que el abogado de marras haya leído y comprendido la obra fundamental de Kelsen, “Teoría Pura del Derecho”, y menos aún otros textos relacionados con su postura epistemológica en relación con el Derecho.

Ya no se diga de las deficiencias que muestran los abogados en materias específicas del Derecho. No espere que en materia penal se hayan leído un libro básico como “De los delitos y las penas” o que en materia laboral comprendan el sustrato marxista que hay detrás de los diferentes institutos del Derecho del Trabajo. Menos aún que recuerden a los grandes autores que le han dado forma al Derecho Constitucional, a pesar que muchos abogados se autodenominan en la actualidad: constitucionalistas.

“Demasiados abogados” es el nombre de un famoso texto que describe estas y otros problemas que son aplicables a la realidad costarricense. Todos hemos visto en los últimos años como ha crecido el número de abogados en Costa Rica, sin embargo, más abogados no significa más conocimiento del Derecho y mucho menos un mejor funcionamiento del sistema jurídico costarricense.

Para nadie es un secreto que muchos flamantes abogados con licencia para ejercer, se graduaron en una “universidad” en dos años o menos. No es raro encontrar personas que antes trabajaban de notificador o en cualquier otro puesto en un despacho judicial, y a la vuelta de veinticuatro meses, aparecía como juez de la República e impartiendo “justicia”.

En esto último la responsabilidad de los diferentes magistrados de la Corte Suprema de Justicia es total, los que están y los que han estado. Son ellos los que permitieron que se diera esta situación y eso se ha reflejado en la administración de justicia. Basta leer las sentencias de los actuales jueces para darse cuenta que muchos ni siquiera saben escribir y que si no existieran los comandos “cortar” y “pegar” no podrían emitir una sentencia o un auto judicial.

Como estudiante me da mucho coraje tener profesores que pretenden ejercer la docencia con esta misma mentalidad. Ejercen por un interés curricular pero lo menos que tienen es vocación para enseñar. En no pocos casos no entienden ni lo que pretenden explicar y cuando se les pregunta, evaden la respuesta o asumen una actitud de confrontación para que el estudiante no insista en su consulta.

Nos corresponde a los estudiantes exigir una buena enseñanza en los diferentes ámbitos del saber y en la enseñanza del Derecho en particular. La actitud pusilánime de plegarse al mal profesor para pasar sin contratiempos un curso debe ser desechada y tener la valentía de denunciar a los malos docentes. El aprendizaje requiere de maestros, de personas con vocación y no de personas que pretenden engordar su hoja de vida con un estatus que no se merecen.

Los analfabetos jurídicos están por todas partes en Costa Rica. Está en nosotros los estudiantes procurar un cambio en esta tendencia y exigir una enseñanza que el día de mañana nos permita leer y comprender el Derecho de forma integral. En estos tiempos en que la ley del mínimo esfuerzo y la indiferencia es lo que impera, los estudiantes debemos alzarnos para cambiar esto que nos atañe directamente a nosotros.

A la larga, de no hacerlo, nosotros seríamos los principales perjudicados y el país seguirá por el rumbo triste por donde nos están llevando muchos de estos analfabetos jurídicos. En todo caso, estoy seguro que este problema no sólo es en el área jurídica sino que está presente en otras áreas del conocimiento; para muestra un botón: la platina sobre el puente de río Virilla y ahora sobre el puente de la fuente de la Hispanidad.

Artículo publicado en el Diario El País.cr, 06 de Noviembre de 2012. (10)