lunes, 15 de julio de 2013

Costa Rica en relación con Europa

Para tristeza de algunos he vuelto al terruño. Gracias a la educación superior pública tuve la oportunidad de hacer una estancia de un semestre en tierras europeas. La experiencia ha valido la pena, especialmente, para tener punto de comparación y no dejarse llevar por leyendas que ponen a esos países en lugares inalcanzables.
La última vez que escribí en este espacio hablaba de la coherencia que uno debe tener en la vida. Hay personas que después de ir por aquellas tierras vienen hablando maravillas y sobredimensionan las cosas que ven por allá. Ni una cosa ni otra, se trata de describir y no de valorar.
Hay personas que siguen hablando de países desarrollados y subdesarrollados. Cuando se plantea este tema es necesario preguntarles a estas personas: ¿Desarrollados en qué? Europa en el siglo XIX devastó la mayoría de sus bosques y logró contaminar la mayoría de sus recursos naturales, asimismo, en el siglo XX decidieron matarse en dos guerras y siguen teniendo conflictos de tipo religioso (Irlanda) o problemas de xenofobia (Alemania, Francia, España) y hasta de racismo (Italia).
Y no se trata de compararnos ahora que Europa está de capa caída. Al contrario, estos problemas han sido permanentes e históricos, han estado presente desde hace muchos años. Los índices de bienestar que Costa Rica logró cosechar por muchos años no tenían nada que envidiarle a Europa, sin embargo, hay muchas otras cosas en que nosotros estamos mejor que ellos.
La calidad de vida del costarricense es superior a la del europeo. No me refiero a la parte material sino al entorno en que se desarrollan ellos y la comparación que podemos hacer con el nuestro. Solo el clima que disfrutamos en Costa Rica ya marca un punto de inflexión si consideramos las temperaturas extremas que esas sociedades tienen que soportar en el invierno y el verano.
Las personas llevan una vida dedicada al bienestar material. Su rol de vida a cambiado y el estado del bienestar que antes promocionaba un ser humano integral ahora ha venido a menos y con ello se está volviendo a un ser humano individualista que está dispuesto a  ser explotado con tal de obtener un bienestar material que se aleja cada día más de la integralidad por la que lucharon los sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial.
He de reconocer que hay un tema en el que nos llevan muchos años de camino. La infraestructura para las comunicaciones de todo tipo entre la gente, para el traslado de bienes y servicios, es un rubro que si marca una diferencia sustancial. No se trata sólo de las obras de cemento y varilla, se trata de los medios de comunicación para que la gente pueda ir de un lugar a otro.
A pesar de lo anterior, Costa Rica no tiene nada que envidiarle a Europa. Tenemos un nivel de vida aceptable, con problemas como los tienen esos y otros países del mundo. Ellos no son la panacea que muchas veces nos pintan, tienen pobreza, delincuencia, corrupción y otros males de la sociedad contemporánea, igual que nosotros. Los medios de comunicación tienen mucha culpa de la idealización que hacemos de esas latitudes.
Nosotros en Costa Rica arrastramos un problema que está arraigado en nuestro imaginario social y que ha sido nefasto, a saber: Ponderamos siempre como mejor lo externo y no valoramos y potenciamos las virtudes que tenemos. Esta forma de pensar y de actuar se refleja en diferentes actividades de la vida, sin que hayamos podido desterrar esta idea que nos ha hecho mucho daño como sociedad.
Tal vez la actividad en la que mejor se refleja esta situación es el futbol. Resulta evidente el bajo nivel cultural y de educación de la mayoría de personas que se dedican a este deporte, salvo excepciones que se cuentan con los dedos de las manos, la mayoría de estos deportistas demuestran su condición cuando se expresan en los medios de comunicación colectiva.
No obstante, también a la hora de jugar muestran su complejo de inferioridad en relación con los jugadores que juegan en Europa. Ven aquello como si fueran seres de otro mundo, en no pocas ocasiones entran a la cancha derrotados mentalmente, tal es el sentimiento de superioridad que tienen con ese tipo de equipos de aquellas latitudes.
Hasta que no superemos este pensamiento nefasto que es alimentado por muchos medios de comunicación y por personas que reproducen el cuento, no comenzaremos a decidir nuestro propio destino. Hay que superar ese colonialismo mental y dejar de creer en esas ideologías que lo único que pretenden es que no tomemos el timón de nuestro propio bienestar.
Aquí estamos nuevamente, para pesar de algunos; sin embargo, a pesar de los pesares, no cambio mi querida Costa Rica por ninguno de los países europeos.
Artículo publicado en el diario digital El País, el 15 de julio de 2013. (1)

lunes, 18 de febrero de 2013

Estaba en buena compañía

Hace unos días escribí un artículo que denomine: “Hay que tener coherencia en la vida”. Allí decía que había decidido no publicar en el diario La Nación y que si uno era ideológicamente coherente, esa era la conducta a seguir.

Algunas personas emitieron algunas críticas a esta postura. Comentaron que la había sacado del estadio, que era una especie de intolerante mediático y que el escribir en ese diario no implicaba una incoherencia ideológica. Soy de los que considero las críticas como algo fundamental para repensar y revisar los puntos de vista que uno tiene.

Todos los comentarios que se emitieron, salvo un par, me hicieron creer que estaba solo en esa forma de pensar. No obstante, seguía considerando que publicar en La Nación es hacerle el juego a la derecha costarricense, es decir, significa ser cómplice de un medio de comunicación que le ha hecho mucho daño a los sectores sociales más vulnerables de Costa Rica.

Jamás manifesté que no había que leer los diarios cuya línea editorial están en contra de lo que uno piensa. Sin embargo, eso es diferente a publicar en un diario abiertamente contrario a las ideas que uno profesa; en otras palabras, en el primer caso uno desarrolla un ejercicio de tolerancia ideológica necesaria en cualquier sociedad civilizada; en cambio, en el segundo caso, uno cae en una falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Dichosamente en esta última semana me he enterado que no estaba solo en esta forma de pensar. Para mi sorpresa, el distinguido escritor Fernando Contreras y el músico Alejandro Cardona, han manifestado un pensamiento similar al planteado por el que escribe estas líneas.

Don Fernando Contreras rechazó el premio Ancora por las divergencias ideológicas que tiene con el diario La Nación y en ese mismo sentido, Alejandro Cardona también rechazó el premio Viva que también es otorgado por ese mismo medio de comunicación escrito. Estos distinguidos exponentes de nuestra cultura, ha dado un ejemplo de coherencia ideológica en no aceptar los premios de un diario que no está acorde con sus ideas.

La negación de escribir en este periódico de derecha se queda corta ante estas dos acciones de Fernando y Alejandro. El rechazo de someter cualquier escrito a la censura previa de un tal Julio Rodríguez es “pecata minuta”, a la par de estos actos de coherencia de estos dos distinguidos intelectuales costarricenses.

No tengo el placer de conocer ni a Fernando y Alejandro, pero después de lo que ellos han hecho me he sentido en muy buena compañía. En buena hora por ellos, porque el mejor reconocimiento que uno puede construir es el de una vida coherente entre las palabras y los hechos.
Artículo publicado en el diario digital El País.cr, 18 de febrero de 2013. (8)

jueves, 24 de enero de 2013

Hay que tener coherencia en la vida

Hace un tiempo decidí no escribir en La Nación. Para empezar, cualquier artículo debe ser pasado por la censura de un señor que se llama Julio Rodríguez y cuyos criterios para determinar qué pública son un misterio; además, en no pocas ocasiones, el texto puede ser objeto de recortes y no necesariamente de estilo o forma.

Ya solo la censura previa realizada por ese señor, debería ser suficiente razón para que cualquier persona deje de publicar en ese diario. Sin embargo, lo de siempre, hay gente cuya ilusión más profunda es ver un escrito suyo exhibido en ese medio de comunicación; es decir, consideran que ese hecho les otorga un estatus especial, un plus intelectual, algo así como un reconocimiento social.

Todavía más repugnante resulta que, no pocas personas, manden artículos a ese periódico y también a otros para ver en cuál publican el texto. Incluso personas que han logrado una cierta reputación, hacen uso de esta práctica; en otras palabras, no hay una coherencia ideológica y lo mismo les da que sus palabras aparezcan en el Eco Católico o en medios alternativos como este en que escribo o el Semanario Universidad.

No se trata de publicar por publicar. Una persona que se dice de izquierda y es coherente, no debería prestarse para publicar en un diario que no solo se aprovecha del intelecto de los demás, sino que no deja espacio para que ideas alternativas a su línea ideológica puedan aparecer sostenidamente, es decir, que de una vez por todas deje de fingir una supuesta imparcialidad que nunca ha tenido.

La exigencia de coherencia también vale para muchos personajes de la derecha. Recientemente, Óscar Arias Sánchez, se quejaba de la parcialidad de ese medio de comunicación; sin embargo, sin el menor sonrojo, ha seguido publicando de manera asidua allí y no está en poca compañía, sino que le pregunten a Ottón Solís Fallas.

La falta de coherencia hace que las demás personas pierdan el respeto. Si una persona pretende o se presenta como de izquierda, lo lógico es que no publique en medios de comunicación que son abiertamente de derecha. En última instancia, si la excusa es que los medios de comunicación de la izquierda tienen poca circulación, podrían tener la decencia de publicar en un diario intermedio.

Nos falta coherencia hasta en lo intelectual. Parafraseando a Ernesto Sábato en una entrevista que le hicieron en los años setenta y que es posible mirarla en internet: No me gustan las personas que son incoherentes, que dicen una cosa y por otro lado hacen otra; esas que ceden ante los encantos de una fama efímera y que por unas pocas monedas, son capaces de ponerse a la disposición de los que supuestamente combaten.

O para decirlo de manera clara y a lo tico: ¡Somos o no somos!
Publicado en el Diario Digital El País.cr, 24 de enero de 2013. (0)

sábado, 5 de enero de 2013

Carta abierta a Ottón Solís

Me parece que usted cae en un error al decir, de un tiempo para acá, que los electores han avalado con sus votos los argumentos éticos que ha venido pregonando desde que fundó el Partido Acción Ciudadana (PAC). No hay una relación de causalidad entre una cosa u otra, al contrario, tengo la impresión que es la insistencia en ese discurso lo que le ha impedido al PAC ganar las elecciones en que ha participado.
La realidad histórica ha mostrado que las razones políticas no siempre coinciden con las razones éticas y viceversa. Piense usted en algo tan sencillo como la dicotomía verdad-mentira, desde un criterio ético el político no debería mentir en ningún momento; sin embargo, en no pocas ocasiones lo hace con base en un criterio político. No valoro si esa conducta está bien o mal, simplemente le describo los hechos; dicho de manera llana, se trata de un enunciado descriptivo y no de un juicio de valor.
Algunas cosas que usted ha dicho como político al final se han convertido en mentira. Recuerdo cuando indicó en campaña electoral que los diputados del PAC no iban a incurrir en las conductas que usted había considerado inapropiadas de otros diputados, por ejemplo, el uso de vehículos de la Asamblea Legislativa; meses después, Humberto Arce y otros diputados hicieron todo lo contrario y lo dejaron a usted muy mal parado. Ya sé que usted no lo hizo, pero sus afirmaciones fueron en su calidad de representante de un partido político y no como sujeto individual.
El problema don Ottón es que en su discurso siempre ha utilizado criterios que usualmente se aplican a las personas en lo individual y que no siempre se pueden extrapolar cuando las personas actúan en grupo. La realidad política y la historia nos muestran que los criterios de ética individual no necesariamente se aplican a la ética de grupo; por ejemplo, está claro que robar es una conducta éticamente reprochable en cualquier caso, pero cuando los miembros de un grupo tienen hambre, esa conducta tenderá a ser justificada si aquella cumple el objetivo de saciar el hambre de los miembros del grupo. No digo que eso esté bien o mal, simplemente es un ejemplo básico de realismo político.
Las personas no necesitamos, se lo digo con el máximo de los respetos, que usted nos diga que es lo éticamente correcto. Desde que estamos pequeños tenemos varias personas e institutos sociales que nos están repitiendo lo que es bueno y malo. El papá o la mamá, el sacerdote o el pastor, la maestra o el profesor, las normas sociales y las legales, en fin, no necesitamos que un político esté recordándonos ese tipo de normas éticas.
Usted en lugar de un líder político se ha convertido en una especie de líder religioso de esos que abundan en los regímenes teocráticos. Están metidos en política pero se comportan como líderes religiosos, siempre diciendo a la gente lo que está bien y lo que está mal, lo que es éticamente correcto y lo que no lo es. Ello lejos de generar empatía, lo que genera es una especie de rechazo inconsciente o en otros casos, totalmente consciente.
A lo largo de la historia la distinción entre política y ética ha estado permeada por la confrontación de lo que Max Weber denominó: ética de los principios y ética de los resultados. La política real suele utilizar la segunda y muchas veces justifica determinadas conductas en función de si se cumplen los objetivos propuestos; la ética, suele estar en un plano ideal que está separado de las personas de carne y hueso, es decir, de las personas que determinan el triunfo o no en una elección.
No le estoy pidiendo que renuncie a sus convicciones. No le estoy diciendo que realice conductas indebidas o ilícitas. Lo que le estoy solicitando es que asuma el rol de un líder político; en otras palabras, deje de asumir esa imagen de inquisidor ético que tanto daño le ha hecho a usted y al PAC.
Los jóvenes constituimos un porcentaje importante del padrón electoral. Creo que una buena parte apoyamos opciones que estén del centro hacia la izquierda del espectro político, sin embargo, estamos hartos de los políticos y de los discursos tradicionales.
Cuando el PAC apareció fue una esperanza para mucha gente que nos movemos en ese espacio ideológico, pero una cosa es la política con ética y otra muy diferente es hacer de la política una ética que casi se confunde con una religión.
Artículo publicado en el diario El País.cr, 05 de Enero de 2013. (23)