viernes, 11 de noviembre de 2011

Cabezas que abogan por la censura

He leído con atención el artículo escrito por el señor Rodrigo Cabezas y que saliera publicado en este diario el ocho de este mes de noviembre. Comprendo los argumentos que se expresan, pero considero que las conclusiones a las que se arriba no son correctas. Tengo la impresión que ello es así, debido a que el autor introduce en un mismo canasto, a las personas que escriben artículos en este diario y a los que realizan comentarios a las noticias o a los planteamientos esgrimidos en los textos de opinión.

Tal y como comenté en mi primer artículo en este diario y que titulé "¿Por qué escribir en este diario digital": "El País.cr ha venido a ser una opción real en que el espacio para disentir se abre al pluralismo ideológico". En ese sentido, pareciera, que hay consenso en que esta nueva opción periodística ha venido a fortalecer a la democracia costarricense. Para nadie es un secreto, que los grandes medios de comunicación que hay en Costa Rica, tienen su propia línea ideológica y no toleran determinados planteamientos que vayan en contra de su línea editorial.

En el diario digital El País.cr he podido leer artículos de las más diversas posturas ideológicas. Es evidente que se ha convertido en el medio de expresión de los intelectuales que están a la izquierda del espectro político y que, por coherencia, han decido no publicar en los otros medios de comunicación. No obstante, también hemos podido leer artículos de personas que manifiestan ideas más de derecha, situación que viene a enriquecer las perspectivas en relación con un determinado problema o tema de discusión. Recordemos que la realidad tiene una infinidad de caras y que precisamente por ello, es necesario tener la tolerancia de escuchar a los que no piensan igual que uno.

En consecuencia, el problema no está en los artículos de opinión que se publican en este diario. Con el respeto que merecen los articulistas de otros diarios, aquí hemos podido leer textos de primer nivel y que no deben envidiar nada a los que aparecen tanto a nivel nacional como internacional. También, no vamos a ser ciegos en esto, hemos leído artículos de no muy buena calidad; sin embargo, eso ocurre en todos los diarios del mundo y es normal en razón de la diversidad de pensamientos que existen o a que cada cabeza es un mundo.

Otra cosa es el tema de los comentaristas. Aquí el problema que se apunta tiene diferentes aspectos: Uno es la posibilidad de escribir comentarios amparados en el anonimato o en un seudónimo, otro tiene que ver con algunos comentarios que utilizan adjetivos ofensivos a la hora de expresarse y finalmente, aquellos comentarios que intencionadamente pretenden generar polémica por intereses políticos, económicos o sociales. Ante esta situación, se tiende a echar la culpa al medio de comunicación por permitir que ello ocurra y se plantea una especie de censura para evitar que estos comentarios aparezcan, empero, en estos casos la medicina es más perjudicial que la supuesta enfermedad.

Al respecto, permítanme contar la siguiente anécdota. Hace unos años en la Facultad de Derecho, me decía un estimable profesor que en aquel entonces era estudiante, se puso una pizarra negra para que los estudiantes escribieran artículos de opinión sobre diversos temas. En aquel momento uno de los problemas importantes tenía que ver con la presencia de malos profesores que no llegaban a impartir lecciones y si llegaban, lo menos que hacían era dar la materia del curso. Los estudiantes no se atrevían a pronunciarse por temor a represalias, sin embargo, eso varió cuando se decidió poner en el pizarrón un gran cartel en que los estudiantes de su propia mano y sin necesidad de firmar respondían a la pregunta: ¿Qué opina de los profesores?

Según cuenta este profesor, el cartel fue una válvula de escape y se llenó de comentarios de todo tipo. Unos eran muy claros y con un lenguaje correcto, otros estaban llenos de adjetivos ofensivos que evidenciaban la poca cultura de algunos que estudiaban en dicha Facultad. Como era de esperar, la Decana de entonces mandó a quitar el cartelón y  llamó a los responsables a su presencia, espetando: ¡No se puede tolerar este tipo de manifestaciones que ofenden a los profesores! A esta afirmación respondieron los estudiantes: Decana, no todos los comentarios son ofensivos y lo que esto refleja es que los profesores y el sistema educativo en general, deben redoblar esfuerzos para que estas personas puedan expresarse de forma adecuada. No le eche la culpa al cartelón por las deficiencias de expresión que exhiben algunos de los que ahí escribieron.

Al final, la Decana no permitió que los estudiantes se manifestaran anónimamente y como era previsible, el pizarrón negro dejó de ser una vía para manifestar las disconformidades que el estudiantado tenía. La censura recayó sobre el famoso pizarrón y al final se convirtió en un tablón de anuncios. La posibilidad de opinar siguió existiendo formalmente, pero en la práctica la posibilidad de manifestar las inconformidades con el profesorado quedó abolida.

No hay que ser muy inteligente para darse cuenta que el permitir el anonimato por medio de un seudónimo o un comentario sin firma, tiene un riesgo: Soportar comentarios impertinentes o con un léxico poco apropiado entre personas que abogan por un debate con un lenguaje correcto. Sin embargo, es preferible soportar ese riesgo y que las personas puedan ejercer la libertad de expresión en forma eficaz, a que las personan no puedan hacerlo por temor a represalias o porque consideran que pueden ser perjudicados por terceros.

El punto es que los comentarios con un lenguaje inapropiado pueden ser discernidos y no tomados en cuenta por las personas que consideran tener un nivel cultural superior. No se les conculca la libertad de tolerar o excluir los comentarios con los que no estén de acuerdo. Empero, en el otro caso, al eliminar la posibilidad del comentario anónimo, se puede estar impidiendo que personas en condición vulnerable o por temor a represalias, se puedan manifestar. En consecuencia, pareciera, que es preferible dejar la posibilidad de los comentarios anónimos o con seudónimos, a eliminar esa posibilidad. Mejor que no caiga el telón de la censura a que, efectivamente, se impida a las personas poder manifestarse y expresar lo que piensan.

Este artículo apareció en el diario digital El País.cr el 11/Noviembre/2011