jueves, 24 de enero de 2013

Hay que tener coherencia en la vida

Hace un tiempo decidí no escribir en La Nación. Para empezar, cualquier artículo debe ser pasado por la censura de un señor que se llama Julio Rodríguez y cuyos criterios para determinar qué pública son un misterio; además, en no pocas ocasiones, el texto puede ser objeto de recortes y no necesariamente de estilo o forma.

Ya solo la censura previa realizada por ese señor, debería ser suficiente razón para que cualquier persona deje de publicar en ese diario. Sin embargo, lo de siempre, hay gente cuya ilusión más profunda es ver un escrito suyo exhibido en ese medio de comunicación; es decir, consideran que ese hecho les otorga un estatus especial, un plus intelectual, algo así como un reconocimiento social.

Todavía más repugnante resulta que, no pocas personas, manden artículos a ese periódico y también a otros para ver en cuál publican el texto. Incluso personas que han logrado una cierta reputación, hacen uso de esta práctica; en otras palabras, no hay una coherencia ideológica y lo mismo les da que sus palabras aparezcan en el Eco Católico o en medios alternativos como este en que escribo o el Semanario Universidad.

No se trata de publicar por publicar. Una persona que se dice de izquierda y es coherente, no debería prestarse para publicar en un diario que no solo se aprovecha del intelecto de los demás, sino que no deja espacio para que ideas alternativas a su línea ideológica puedan aparecer sostenidamente, es decir, que de una vez por todas deje de fingir una supuesta imparcialidad que nunca ha tenido.

La exigencia de coherencia también vale para muchos personajes de la derecha. Recientemente, Óscar Arias Sánchez, se quejaba de la parcialidad de ese medio de comunicación; sin embargo, sin el menor sonrojo, ha seguido publicando de manera asidua allí y no está en poca compañía, sino que le pregunten a Ottón Solís Fallas.

La falta de coherencia hace que las demás personas pierdan el respeto. Si una persona pretende o se presenta como de izquierda, lo lógico es que no publique en medios de comunicación que son abiertamente de derecha. En última instancia, si la excusa es que los medios de comunicación de la izquierda tienen poca circulación, podrían tener la decencia de publicar en un diario intermedio.

Nos falta coherencia hasta en lo intelectual. Parafraseando a Ernesto Sábato en una entrevista que le hicieron en los años setenta y que es posible mirarla en internet: No me gustan las personas que son incoherentes, que dicen una cosa y por otro lado hacen otra; esas que ceden ante los encantos de una fama efímera y que por unas pocas monedas, son capaces de ponerse a la disposición de los que supuestamente combaten.

O para decirlo de manera clara y a lo tico: ¡Somos o no somos!
Publicado en el Diario Digital El País.cr, 24 de enero de 2013. (0)

sábado, 5 de enero de 2013

Carta abierta a Ottón Solís

Me parece que usted cae en un error al decir, de un tiempo para acá, que los electores han avalado con sus votos los argumentos éticos que ha venido pregonando desde que fundó el Partido Acción Ciudadana (PAC). No hay una relación de causalidad entre una cosa u otra, al contrario, tengo la impresión que es la insistencia en ese discurso lo que le ha impedido al PAC ganar las elecciones en que ha participado.
La realidad histórica ha mostrado que las razones políticas no siempre coinciden con las razones éticas y viceversa. Piense usted en algo tan sencillo como la dicotomía verdad-mentira, desde un criterio ético el político no debería mentir en ningún momento; sin embargo, en no pocas ocasiones lo hace con base en un criterio político. No valoro si esa conducta está bien o mal, simplemente le describo los hechos; dicho de manera llana, se trata de un enunciado descriptivo y no de un juicio de valor.
Algunas cosas que usted ha dicho como político al final se han convertido en mentira. Recuerdo cuando indicó en campaña electoral que los diputados del PAC no iban a incurrir en las conductas que usted había considerado inapropiadas de otros diputados, por ejemplo, el uso de vehículos de la Asamblea Legislativa; meses después, Humberto Arce y otros diputados hicieron todo lo contrario y lo dejaron a usted muy mal parado. Ya sé que usted no lo hizo, pero sus afirmaciones fueron en su calidad de representante de un partido político y no como sujeto individual.
El problema don Ottón es que en su discurso siempre ha utilizado criterios que usualmente se aplican a las personas en lo individual y que no siempre se pueden extrapolar cuando las personas actúan en grupo. La realidad política y la historia nos muestran que los criterios de ética individual no necesariamente se aplican a la ética de grupo; por ejemplo, está claro que robar es una conducta éticamente reprochable en cualquier caso, pero cuando los miembros de un grupo tienen hambre, esa conducta tenderá a ser justificada si aquella cumple el objetivo de saciar el hambre de los miembros del grupo. No digo que eso esté bien o mal, simplemente es un ejemplo básico de realismo político.
Las personas no necesitamos, se lo digo con el máximo de los respetos, que usted nos diga que es lo éticamente correcto. Desde que estamos pequeños tenemos varias personas e institutos sociales que nos están repitiendo lo que es bueno y malo. El papá o la mamá, el sacerdote o el pastor, la maestra o el profesor, las normas sociales y las legales, en fin, no necesitamos que un político esté recordándonos ese tipo de normas éticas.
Usted en lugar de un líder político se ha convertido en una especie de líder religioso de esos que abundan en los regímenes teocráticos. Están metidos en política pero se comportan como líderes religiosos, siempre diciendo a la gente lo que está bien y lo que está mal, lo que es éticamente correcto y lo que no lo es. Ello lejos de generar empatía, lo que genera es una especie de rechazo inconsciente o en otros casos, totalmente consciente.
A lo largo de la historia la distinción entre política y ética ha estado permeada por la confrontación de lo que Max Weber denominó: ética de los principios y ética de los resultados. La política real suele utilizar la segunda y muchas veces justifica determinadas conductas en función de si se cumplen los objetivos propuestos; la ética, suele estar en un plano ideal que está separado de las personas de carne y hueso, es decir, de las personas que determinan el triunfo o no en una elección.
No le estoy pidiendo que renuncie a sus convicciones. No le estoy diciendo que realice conductas indebidas o ilícitas. Lo que le estoy solicitando es que asuma el rol de un líder político; en otras palabras, deje de asumir esa imagen de inquisidor ético que tanto daño le ha hecho a usted y al PAC.
Los jóvenes constituimos un porcentaje importante del padrón electoral. Creo que una buena parte apoyamos opciones que estén del centro hacia la izquierda del espectro político, sin embargo, estamos hartos de los políticos y de los discursos tradicionales.
Cuando el PAC apareció fue una esperanza para mucha gente que nos movemos en ese espacio ideológico, pero una cosa es la política con ética y otra muy diferente es hacer de la política una ética que casi se confunde con una religión.
Artículo publicado en el diario El País.cr, 05 de Enero de 2013. (23)