lunes, 3 de octubre de 2011

Hay que luchar por la educación pública

En otro artículo publicado en este diario digital, mencionaba que había podido llegar a la universidad por los mecanismos de solidaridad social que aún quedan en la sociedad costarricense. De extracción humilde, pude ir a la primaría en una Escuela pública y luego a la secundaria también en un Colegio público, no sin antes pasar situaciones en las que estuve a punto de abandonar mis estudios porque había que llevar sustento a la casa. A pesar de ello, con miles costos, he podido acceder a los estudios superiores y ahí estoy poniéndole con el propósito de graduarme y así ayudar a mi familia a salir adelante.

Estar en la universidad pública es un sueño que no está exento de sacrificios. Puedo asistir a los cursos y mantenerme con lo mínimo porque recibo una beca que me permite solventar la mayoría de mis necesidades.

No obstante, en no pocas ocasiones, tengo que almorzar y cenar un cangrejo con un fresco para tener el dinero para poder comprar fotocopias o cuando se puede, un libro de texto usado o en el mejor de los casos nuevo. Tengo la impresión por lo que he conversado con personas ya graduadas, que esta situación no es nueva y que muchos de los que hoy son profesionales, tuvieron que afrontar situaciones similares en su época de estudiante.

Como ven, a pesar de los pesares, la educación pública costarricense funciona. Yo nunca habría puesto un pie en la universidad, sino fuera por los mecanismos de solidaridad que algunos políticos de nuevo y viejo cuño quieren eliminar. Lo más patético de esa situación es que muchos de esos que atentan contra la educación pública y en concreto contra las universidades públicas, tuvieron beca y se pudieron graduar porque se apalancaron en esa institucionalidad solidaria que hoy quieren destruir. Mi abuelo decía el siguiente dicho: De bien nacido es ser agradecido. Resulta obvio que estas personas no son agradecidas y la conclusión respecto al otro término resulta obvia.

Entre los que estudiamos en las universidades hay de todo. Empero, la mayoría de los estudiantes somos gente que comprendemos perfectamente las políticas que se vienen desarrollando para debilitar a la educación superior pública. Entendemos perfectamente que nuestro futuro está en juego, pero también estamos claros que debemos luchar porque otros jóvenes puedan acceder a los diferentes niveles educativos y que tengan la oportunidad de estudiar en una universidad y así operar una movilidad social que beneficie al mayor número.

Teniendo claro esto, desde aquí les digo a los políticos de turno: no se equivoquen, los jóvenes vamos a luchar por la educación pública.

No todos los jóvenes están pensando en la inmortalidad del cangrejo y en los programas que han elaborado para distraer la atención de las cosas importantes. Somos muchos que entendemos de manera diáfana el cambio que se está operando en el sector de la salud y la educación. Sabemos diferenciar entre una política económica con contenido social y otra que favorece a determinados intereses empresariales, comprendemos lo que es un impuesto directo que grava a los que más tienen y nos da vergüenza observar como hay parejas de esposos que defienden a las grandes empresas enquistadas en las zonas francas. No subestimen a los costarricenses, pero sobre todo no subestimen a los jóvenes.

Al igual que yo, muchos jóvenes están dispuestos a luchar por la educación pública. No estamos planteando una lucha violenta sino que estamos empecinados en que se puede generar un cambio radical a partir de los instrumentos democráticos que el sistema político costarricense ofrece. Pero, nuevamente, no se equivoquen; no somos tontos, sabemos que la democracia es objeto de manipulación por parte de aquellos que desean perpetuarse en el poder. Ante esta realidad también es conveniente recordar que un pueblo está legitimado para desconocer su pacto constitutivo cuando sus gobernantes no cumplen con las obligaciones establecidas en el contrato social.

Históricamente y así está consignado en el texto constitucional, la educación pública en todos sus niveles ha sido una prioridad para los costarricenses. Los jóvenes que estudiamos tenemos muy presente esta realidad histórica y vamos a luchar por hacerla cumplir. Que los políticos no se equivoquen y subestimen a los jóvenes, recuerden que en los cuarenta muchos estudiantes terminaron empuñando las armas por la inopia de los gobernantes de aquella época. Nadie quiere volver a esas situaciones de ataño, pero como dicen: los pueblos que no aprenden de su historia están condenados a repetirla.

Publicado en El País.cr, 03/Octubre/2011

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