miércoles, 25 de junio de 2014

Costa Rica o Costa Pobre: Todo está en la mente

Lo que está ocurriendo en Costa Rica en relación con la participación de la selección nacional de fútbol, merece una reflexión que se puede hacer desde diferentes perspectivas. Nos interesa aquí analizar la incidencia del fútbol en el imaginario colectivo y sobre todo en la autoestima del pueblo costarricense.
 Comencemos diciendo que el campeonato mundial de fútbol constituye un escenario en el que los diferentes países participantes miden sus fuerzas y se comparan los unos con los otros. Bien mirado, es una actividad que sustituye lo que antes se dirimía por medio de la guerra, ya que en un conflicto armado, un país pretende demostrar su superioridad sobre otro por medio de la fuerza.
 Carl von Clausewitz en su clásico libro “De la guerra” decía que la guerra es la continuación de la política por otros medios. En relación con el campeonato mundial de fútbol se podría decir algo similar, es decir, es un escenario que sustituye la guerra entre los países y el que la disputa se hace con medios más civilizados.
 Evidentemente esta analogía tiene sus matices y debe ser entendida metafóricamente, ya que lo fundamental es comprender: ¿Por qué la selección de fútbol de un país, tiene la capacidad de incidir en la autoestima de los pueblos? ¿Por qué la selección de fútbol es un reflejo, de la idea que las personas tienen de sí mismos como imaginario colectivo?
 Si la selección nacional de fútbol de determinado país le va bien, ello permite que surja o se reafirme ideas de superioridad o de alta autoestima en relación a las acciones colectivas que pueden lograr los miembros de una determinada sociedad; por el contrario, si los resultados son adversos, existe la tendencia a considerar que la selección nacional de fútbol es un reflejo de las incapacidades o de la inferioridad de los individuos a los que representan los jugadores de fútbol.
 No hay que ser muy brillante para comprender que no existe relación de causalidad entre lo que sucede en el fútbol y las capacidades colectivas de un determinado país. Todo depende del criterio que usemos para valorar o calificar la superioridad o inferioridad de un pueblo sobre otro; si usáramos el criterio del desarrollo humano, los países escandinavos deberían estar disputando la final del mundial; si fuera el desarrollo económico de los países, le tocaría a China o Estados Unidos llevarse la copa.
 Aunque no existe esa relación de causa y efecto, sí es un hecho que los logros o fracasos de la selección nacional de fútbol de un país, afecta la autoestima y la forma en como los miembros de una sociedad se definen y observan colectivamente. En Costa Rica, por ejemplo, somos una sociedad paradójica en la forma en cómo nos vemos a nosotros mismos y ello incide en la autoestima que tenemos como pueblo.
 Por un lado, hay personas que consideran que vivimos en una tierra bendecida por el ser supremo y que la mano divina nos protege y se lleva los huracanes a otras latitudes, un país que tiene los espacios naturales más lindos del mundo y que vivimos en un remanso de paz; por otro lado, en contraste, existen otros que consideran que lo extranjero es mejor que lo nacional, que hay materias en que no somos competentes porque no podemos estar al mismo nivel que otros países, en fin, que como sociedad somos inferiores a otros colectivos del mundo.
 Por supuesto no se puede generalizar, porque toda generalización es idiota y falaz. No se trata de que existan excepciones, que las hay, sino que lo medular es generar un proceso en que el costarricense promedio tenga en su imaginario colectivo la idea de vivir en una sociedad que puede hacer grandes cosas y hacerlas bien; que la autoestima de cada costarricense sea alta, porque está convencido que forma parte de una colectividad capaz de mejorar permanentemente la calidad de vida de cada uno de sus habitantes.
 Antes que la selección costarricense saliera para el campeonato mundial de fútbol de Brasil, hubo personas que hacían los peores pronósticos y todo ello con base en el argumento que era necesario ser realistas. Sin embargo, ese supuesto realismo parte de una serie de preconcepciones que reflejan la baja autoestima y la idea de inferioridad que tienen de la sociedad costarricense, en este caso, aplicado al fútbol.
 Los criterios que se utilizaron son de los más variados. Los jugadores costarricenses son naturalmente inferiores a los alemanes o ingleses en lo físico, a los argentinos o brasileños en lo técnico, o a los italianos o uruguayos en lo táctico. El fútbol costarricense es inferior al fútbol español, inglés, italiano o alemán, porque en esos países hay mejores estadios, campos de entrenamiento y los jugadores son mejor pagados. Y así podríamos señalar una serie de criterios que reflejan preconcepciones que sólo están en la mente de quienes las esgrimen.
 El problema no es que los alemanes o los ingleses tengan un determinado biotipo, sino que nosotros creamos que los costarricenses no tenemos la capacidad para desarrollar jugadores con esas características físicas. Los niños costarricenses, en muchos casos, no tienen nada que envidiarle a un niño argentino o brasileño en cuanto a sus virtudes técnicas, sin embargo, hay personas que los consideran inferiores y que no estamos preparados para potenciar y enseñar la técnica del fútbol. Lo mismo ocurre con lo táctico, les parece que no somos capaces de asimilar y plasmar en el terreno de juego los diferentes esquemas tácticos que se han desarrollado en el fútbol, como si nuestros entrenadores y jugadores tuvieran alguna limitación natural que les impidiera poder hacerlo.
 El problema no es que la ligas europeas tengan mejores estadios, sino que los costarricenses creamos que no somos capaces de construir ese tipo de infraestructura. Que ellos puedan tener más recursos económicos y a partir de ello tener la posibilidad de edificar mejores campos de entrenamiento, es una realidad que es verificable y se acepta; sin embargo, eso es diferente a considerar que son personas superiores en inteligencia, en capacidades y que nosotros como sociedad estamos condenados a una especie de incompetencia colectiva frente a los otros pueblos del mundo.
 El ser realista no consiste en considerarse inferior o incompetente ante los demás seres humanos. Es una realidad que somos un país con menos territorio que otros países, sin embargo, si utilizamos el adjetivo pequeño para referirnos a nuestro país, eso tiene connotaciones que trascienden al dato estrictamente fáctico; es decir, cuando decimos que Costa Rica es pequeña, habría que preguntar: ¿Pequeña en relación con qué?
 Si usamos el criterio del territorio, podríamos afirmar que Costa Rica es pequeña en relación con Rusia pero es más grande que Bélgica o Suiza. Si se considera el índice de desarrollo humano, estamos abajo de Uruguay e Italia  y por encima de Brasil o China. Ahora si el criterio es de tipo futbolístico, de acuerdo al ranking de la FIFA, España o Inglaterra están por encima de Costa Rica y a su vez, nosotros estamos más arriba que Suecia o Austria.
 Si no se está atento a lo engañoso de este tipo de argumentos, estas ideas terminan convirtiéndose en una ideología muy perjudicial para la autoestima de los pueblos. Existen personas que consciente e inconscientemente promueven y están interesadas en que los costarricenses pensemos que somos ineptos y que requerimos de la “ayuda” de otros países para poder salir adelante como nación.
 La autoestima colectiva de Costa Rica no puede depender de lo que un periodista uruguayo o mexicano digan de nuestro país o de la selección nacional de fútbol. En el imaginario colectivo costarricense debe estar posicionada la idea que somos una sociedad que con nuestros recursos y capacidades podemos hacer grandes cosas sin esperar el reconocimiento de los demás países; en otras palabras, no podemos estar supeditados a lo que los demás digan de nosotros, no podemos ser dependientes de un reconocimiento que en muchos casos no existe interés en manifestar.
 Por eso, llama mucho la atención observar la forma en que muchas personas están prestas a ver y escuchar qué dicen de Costa Rica en el extranjero. Al igual que en el mundial de Italia 90, en el que muchos no creían en lo que podía hacer la selección de aquella época, ahora que se ha pasado a los octavos de final, dejan de lado sus prejuicios y se autoenvanecen escuchando las alabanzas de los comentaristas de todo el mundo, especialmente, los mexicanos.
 Probablemente esos mismos que ahora hablan bien de la selección de Costa Rica y los que están hipnotizados con los elogios por la actuación en el campeonato de fútbol de Brasil 2014, no tardarán en volver a poner titulares como el de Costa Pobre y muchos ticos volverán a decir que el fútbol costarricense no sirve para nada, que somos ineficaces e ineficientes, en síntesis que somos el país más desastroso del mundo.
 Y no se trata, como algunos dicen, de tener una actitud optimista o pesimista ante la vida. De lo que se trata es que cada costarricense se convenza de las capacidades que tenemos como nación y que es necesario trabajar duro por conseguir los objetivos que nos proporcionen un mayor bienestar para la mayoría de los miembros de la sociedad. No podemos depender de lo que suceda en un mundial para estar convencidos que somos un gran país y que podemos lograr lo que nos propongamos.
 Ahora bien, si en el camino a la selección de fútbol de Costa Rica le va bien y obtiene buenos resultados: ¡Que dicha! ¡En hora buena!  ¡A celebrar carajo!
Artículo publicado en el diario digital El País.cr, el 25 de junio de 2014. (225)
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