sábado, 15 de diciembre de 2012

Indulgencias navideñas

Todos los años es lo mismo. Cuando se aproxima la navidad, comienzan a darse una serie de iniciativas que tienen como justificación ayudar a los pobres. Se recogen juguetes para los niños o dinero para solventar las necesidades de alguna gente que tiene la suerte de ser considerada por sus benefactores.

En realidad estos actos son una forma en que los seres humanos pretendemos paliar los remordimientos o los reclamos de nuestra conciencia. Ante el esperpéntico espectáculo de la pobreza de muchos de nuestros semejantes, buscamos expiar nuestras culpas por medio de una caridad calculada y totalmente hipócrita.

De todas las iniciativas, la que denominan “Un sueño de navidad” es la más deprimente. La televisora que promueve esta actividad, en primera instancia, se presenta como una especie de organización benéfica; sin embargo, lo que hace es ganar dinero con base en la exhibición de la miseria de una serie de personas.

Las historias de estos seres humanos cubren importantes segmentos de tiempo en el noticiario de la televisora. El objetivo de esa práctica es sensibilizar al televidente o mejor dicho que le remuerda la conciencia, para que decida colaborar con su dinero en esa iniciativa de caridad. En términos reales lo que hacen es canalizar un dinero privado para realizar una obra de caridad anual, la cual le reporta grandes ganancias en términos de imagen corporativa y en la preferencia del público.

Las empresas privadas son los otros actores que intervienen en todo este sueño navideño. La publicidad que, usualmente tiene un costo alto para las empresas, es permutado por un pago en especie. En lugar del pago en dinero en efectivo, las empresas patrocinadoras “donan” enseres y otros objetos que las personas necesitadas han requerido durante los reportajes. Las empresas privadas patrocinadoras ven realzada su imagen con este accionar o como dicen ahora: cumplen con su política de responsabilidad social corporativa.

Como se observa, se trata de una puesta en escena que no tiene desperdicio. Todos los involucrados en este “sueño de navidad” ganan algo, salvo los desafortunados pobres que no tuvieron la suerte de ser elegidos para ser parte de esta gran obra de caridad. Dicho en otras palabras, el resto de pobres que hay en Costa Rica tendrán que esperar un año más para ver si tienen la fortuna de ser escogidos y así cumplir su sueño navideño.

Tengo claro que los párrafos anteriores pueden ser objeto de múltiples críticas. La más obvia está relacionada con aquella frase que dice: mejor eso que nada. El meollo del asunto no es tanto develar la trama mercantilista que hay detrás de este tipo de puestas en escena o evitar que se sigan dando; no, la idea es indicar que este tipo de actos de caridad no resuelven el problema, porque lo que se requiere es una política de Estado para promover que los pobres salgan de la situación de miseria en la que se encuentran.

Otra crítica derivada del planteamiento anterior es que si el Estado no puede solventar dichas necesidades: ¡Que hay de malo que la empresa privada lo haga! El problema es que la empresa privada con este tipo de actos de caridad anual, no resuelve una situación que es de carácter estructural; es decir, los actos de caridad y las políticas asistenciales de la ideología neoliberal han demostrado que no sacan a la gente de la pobreza.

En lugar de engañarnos con esta especie de indulgencias navideñas, deberíamos promover una política de Estado que resuelva el problema de la pobreza. La mayoría de las personas no nos gusta que nos regalen las cosas, al contrario, nos gusta trabajar por ganarlas; es decir, el ser humano necesita que lo enseñen a pescar, no que le den el pescado.

En esto no hay que descubrir el agua tibia, porque como dicen: ya todo está inventado. Es necesario una política integral que permita a los miembros jóvenes de las familias pobres acceder a la educación, la salud y a trabajos con salarios que permitan el sustento mínimo para que se pueda dar un salto cualitativo entre una generación y otra.

La caridad es una de las virtudes teologales junto con la fe y la esperanza. Sirve para que los seres humanos nos sintamos bien y olvidemos la indiferencia que solemos tener en relación con la inequidad existente en el mundo. No se trata aquí de plantear que la caridad debe desaparecer, sobre todo, aquella que esconde otros objetivos distintos a los de la solidaridad; se trata de entender que debemos diseñar políticas permanentes para sacar a la gente de la pobreza y no conformarnos con dar una limosna en navidad.

¡Y el resto del año! ¿Qué? Si te vi, no me acuerdo.

Artículo publicado en el diario El País.cr, 15 de diciembre de 2012. (1)
http://www.elpais.cr/frontend/noticia_detalle/3/76120

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