martes, 25 de diciembre de 2012

Las corridas de toros deberían desaparecer

Durante miles de años hemos estado agrediendo a los otros seres con los que compartimos este mundo. Los seres humanos nos hemos convertido en los mayores depredadores no solo de nuestro entorno, sino de nuestra propia especie. Somos tan soberbios que pretendemos estar por encima del resto de los animales y de la naturaleza que puebla la tierra.
La convivencia de nosotros con los animales ha sido nefasta para ellos. A lo largo de la historia el ser humano ha perturbado el hábitat del resto de los animales, los ha esclavizado y dominado para satisfacer sus propios intereses. No contento con esto, ha sometido también a sus semejantes y sigue privando de su libertad a hombres, mujeres y niños.
Los animales son los que han llevado la peor parte en este deseo irracional del ser humano. Históricamente se ha legitimado la utilización de animales para la alimentación y para el trabajo, es decir, el criterio ha estado basado en un beneficio para la sobrevivencia y el menor esfuerzo físico de las personas. La sumisión de los animales ha tenido como justificación una utilidad práctica .
No obstante, los animales también han sido usados para la diversión de los seres humanos. Esta utilización no es justificable desde ningún punto de vista, se trata de una agresión basada no en una necesidad, sino en el envanecimiento y en la satisfacción de los instintos más bajos de nuestro género.
Los animales han sido maltratados desde tiempos lejanos. Se les ha alejado de su hábitat natural con el propósito que los seres humanos los contemplen en jaulas o que los vean morir en las actividades de ocio inventadas para su diversión. Quizás el ejemplo histórico más representativo es lo que sucedía durante la época del Imperio Romano en el Coliseo.
Los zoológicos y las actividades de ocio son una evidencia de la irracionalidad de los seres humanos. Por mejor cuidados que estén los animales en los diferentes zoológicos del mundo, estamos en presencia de un cautiverio que se contrapone a la magia de ver a los animales libres en su hábitat natural. Injustificable e irracional es también, el uso de animales para satisfacer el deseo de distracción de las personas a través de una especie de necrofilia.
Resulta esperpéntico observar como en otros países se infringe castigo y muerte a propósito de las corridas de toros. En España, por ejemplo, ha habido un gran debate entre los que defienden la “fiesta brava” y aquellos que consideran que se trata de una actividad grotesca y que va contra la razón de cualquier persona racional. Hay gente que se ha atrevido a considerar tal barbarie como una actividad de interés cultural y que constituye parte de la identidad nacional de aquel país.
En Costa Rica, dichosamente, hace tiempo se prohibió la matanza de toros inocentes en las corridas de toros. No obstante, hay que preguntarse: ¿Qué necesidad tiene el ser humano de distraerse a costa de un toro que podría estar tranquilo en su hábitat natural? ¿Qué placer encontramos en ver a otros seres humanos molestando a un toro para ser correteados o corneados? ¿Qué gracia tiene que una persona le jale el rabo al toro, se monte sobre su lomo o que lo soguee para volverlo a su cautiverio? ¿Acaso no hay otras formas de diversión en que no es necesario molestar o perjudicar a los animales?
Los espectáculos taurinos y otros en que los animales son utilizados para la diversión irracional de los seres humanos deben desaparecer. Si alguien le interesa conocer cómo es y actúa un animal, que vaya a su hábitat natural y lo contemple en total libertad. En lugar de que los animales vayan donde está el ser humano, nosotros debemos de ir donde están ellos.
El desarrollo tecnológico de la humanidad no permite justificar, en la actualidad, el uso y maltrato de los animales. Si en el pasado se requería un caballo para trasladar carga a otro lugar, ahora tenemos los diferentes vehículos desarrollados por el ingenio humano. El argumento a la tradición no es de recibo para tratar de justificar las vejaciones que le infringimos a los otros seres con los que compartimos nuestra existencia, debemos tratar de evolucionar y no seguir anclados en un pasado que en nada enorgullece a la humanidad.
Muchos no estarán de acuerdo con este artículo. Buscarán razones para justificar el por qué los toros de fin de año y otros de similar calaña deben permanecer, sin embargo, si uno lo piensa bien, se dará cuenta que no hay justificación para divertirse de esta forma. Ahhh ! Supongo que no hace falta decir que detrás de todo esto hay un gran negocio para unos pocos.
Artículo publicado en el diario digital El País.cr, 25 de diciembre de 2012. (20)

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