martes, 13 de noviembre de 2012

El opio del pueblo costarricense

Una de las frases más conocidas de Karl Marx es: La religión es el opio de los pueblos. La frase leída fuera de contexto y de manera aislada se ha prestado para malas interpretaciones. El enunciado adquiere otro sentido cuando se lee el texto completo en que está contenida. Una de las tantas versiones en español de la Contribución a la Crítica del Estado de Hegel (o del Derecho según sea la traducción) dice lo siguiente:

“La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo. Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real. La exigencia de renunciar a las ilusiones sobre su condición es la exigencia de renunciar a una condición que necesita de ilusiones. La crítica a la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle de lágrimas, cuyo halo lo constituye la religión.”

Desgraciadamente el planteamiento de Marx fue interpretado en los regímenes mal llamados comunistas, como una solicitud para suprimir a las diferentes denominaciones religiosas. Sin embargo, la crítica marxista (desde mi perspectiva), no estaba orientada a eliminar la práctica religiosa, sino que iba en el sentido de evitar que la religión se convierta en un inhibidor de la lucha contra lo que él llamaba la miseria real.

Para decirlo de una forma sencilla y para que nos entendamos. Si hay un reino celestial después de la muerte y se pregona que la entrada a ese lugar requiere del sufrimiento aquí en la tierra, hay personas que, dependiendo de lo que le diga su líder religioso, pueden considerar que no vale la pena luchar para cambiar la situación de miseria y pobreza que le ha tocado vivir en la tierra. Al fin y al cabo la verdadera vida es la que tendrá en el cielo o en el reino de Dios, claro está, siempre y cuando no haya faltado a las normas religiosas establecidas por la Iglesia correspondiente.

Quiero dejar claro y para que no haya malos entendidos, que estoy a favor de la libertad religiosa. Defiendo la tolerancia como valor fundamental de cualquier sociedad democrática, así como el derecho a la libertad de conciencia. Toda persona tiene derecho a creer o no creer en lo que estime conveniente, así como practicar o ser feligrés de cualquier Iglesia o denominación religiosa que decida. No obstante, me parece que una persona puede creer en Dios e incluso practicar una religión, sin que ello lo inhiba de protestar y oponerse a la inequidad social o manifestar su repudio a los excesos de ciertos sectores de la sociedad.

No se puede negar la influencia que tiene la ideología religiosa en nuestra sociedad. Independientemente de la religión que se profese, la mayoría de los costarricenses estamos muy influidos por la idea de Dios y por los valores o desvalores que sus dirigentes han difundido desde tiempos inmemoriales.

En no pocas ocasiones se suele dejar asuntos que requieren de la acción del ser humano en las manos de la divinidad y eso suele expresarse en frases como: Que sea lo que Dios quiera o Dios proveerá. En última instancia sería mejor que en lugar de fomentar una actitud como la descrita, se abogue por otra en que se privilegie el esfuerzo personal y que podríamos sintetizar en la frase: A Dios rogando y con el mazo dando.

Ahora bien, si agudizamos nuestra observación de la realidad costarricense, veríamos que en la actualidad existen otros opios que nos tienen adormecidos o, mejor dicho, distraídos. Resulta evidente que en la sociedad actual se han creado una serie de distractores para que las personas mantengamos nuestra mente ocupada, especialmente, en temas que están alejados de aquellas cosas que impactan contundentemente nuestra vida diaria.

No hay que ser una luminaria para percatarse que, por ejemplo, el fútbol se ha convertido en un opio igual o más poderoso que el señalado por Marx en 1844. En la actualidad hay partidos de fútbol todos los días de la semana, tanto nacionales como extranjeros, es una actividad omnipresente en nuestra sociedad y eso se refleja en los temas de conversación prevalecientes entre las personas.

Antes la jornada futbolística se limitaba al domingo y en un horario que estaba restringido a las once de la mañana para todos los partidos. De un tiempo para acá es avasallante la forma en que este deporte invade la vida de las personas y como los medios de comunicación dedican la mayoría de su programación a este distractor universal.

A la par del fútbol y de otros deportes, está el opio de los espectáculos televisivos (Bailando por un sueño, El Chinamo, Intrusos de la farándula, etc.), conciertos musicales, corridas de toros, Megabares y un largo etc. Las “estrellas” de estos y otros espacios son personas con mucho músculo, glúteos, senos y, aunque no se puede generalizar, con poco seso; gente que hace de lo superficial y de lo estúpido lo normal, lo “chic”, lo “cool”,en otras palabras, lo que te hace ser el más guapo e interesante o la más divina o sexy.

El problema no es que exista este tipo de gente, al fin y al cabo, hay que respetarlos como seres humanos y tienen todo el derecho de hacer con su vida lo que quieran. El gran dilema es que se ha ido estableciendo en el imaginario colectivo la creencia que la sociedad costarricense es eso, es decir, que para ser exitoso en la vida hay que comportarse de esa manera.

La realidad del más de 20% de pobreza que venimos arrastrando o del aumento sostenido de la inequidad que han venido denunciando los diferentes estudios socioeconómicos, queda relativizada a partir de esta ideología de lo superfluo. Los héroes ya no son los Clodomiro Picado, ni los Rodrigo Facio, ni las Carmen Lyra, sino que hay que parecerse a los Edgar Silva, a los Walter “El Paté” Centeno o a la Marilyn Gamboa, por mencionar solo algunas “luminarias” ticas.

Cada cual es libre de ver, hacer o divertirse de la manera que estime conveniente. No obstante, los jóvenes debemos darnos cuenta que la “realidad” difundida por los medios de comunicación, no siempre se corresponde con la realidad que vivimos las personas de carne y hueso. Nadie está planteando que las personas dejen sus creencias o su religión, tampoco se pretende que dejen de ver los partidos de fútbol o los espectáculos televisivos de turno; lo que decimos y postulamos, es que es necesario percatarse que existe una realidad bastante diferente de esa frivolidad con que la ideología imperante presenta nuestra vivencia diaria.
Artículo publicado en el Diario El Pais.cr, 13 de noviembre de 2012. (12)

No hay comentarios:

Publicar un comentario