martes, 30 de octubre de 2012

Ni con Chávez ni contra Chávez

Hace un par de semanas salió publicado en este diario un artículo denominado: Chávez debería irse. En él se defendía el principio democrático de la alternancia en el poder y la necesidad que tienen las democracias de renovar a las personas que ejercen el gobierno. Se dejaba claro que la defensa de este principio no es un asunto de oportunidad o conveniencia, sino que se trata de una convicción democrática.

La democracia es, tengámoslo claro, un régimen político imperfecto. Todos sabemos lo manipulable que son los procesos para elegir quién o quiénes van a ser depositarios de la soberanía popular. No hay que ser muy inteligente para percatarse que en un mecanismo como el referéndum, por ejemplo, la voluntad popular puede ser influenciada en uno u otro sentido. Casualmente porque los instrumentos son eso, medios y no fines, es que se hace la distinción entre lo formal y lo sustancial.

Una de las observaciones que se hicieron al artículo publicado fue que la alternancia de las personas o partidos que ejercen el gobierno, no garantizan un cambio en quienes ejercen el poder real. En términos marxistas eso equivale a decir: que los cambios en la superestructura no implican cambios en la estructura de la sociedad, es decir, los que realmente tienen el poder siguen mandando a pesar de que se cambie el gobierno.

No niego que lo anterior, en no pocas ocasiones, es cierto. Sin embargo, la permanencia en el gobierno de la misma persona o el mismo partido, incrementa la posibilidad que ese poder estructural sea más arbitrario y despótico. La democracia, al igual que la realidad, no es ni blanca ni negra; al contrario, la democracia es una gran zona gris en la que se desarrolla las relaciones de poder de los diferentes grupos de interés de la sociedad.

No estoy con Chávez en su deseo de perpetuarse en el gobierno. Recientemente Lula Da Silva expresaba una opinión similar, ya que consideraba necesario que el actual presidente de Venezuela busque un sucesor para que su revolución bolivariana no dependa sólo de él. La reelección indefinida es inconveniente para el régimen democrático, permite la concentración o la tenencia del poder en pocas manos y eso suele generar acciones perjudiciales para el pueblo en el largo plazo.

El defender la alternancia en el gobierno como principio universal de la democracia no implica estar contra Chávez. La política social que ha venido desarrollando ha sido muy beneficiosa para los sectores más vulnerables de la sociedad venezolana. Es imposible estar en desacuerdo con políticas que abogan por una mayor equidad, ya sea en la sociedad venezolana o en cualquier sociedad del mundo.

No obstante, la defensa de la equidad no tiene que ir asociada a la perpetuación en las estructuras de gobierno de una sola persona o un partido. Las sociedades requieren renovar a sus dirigentes porque de lo contrario corren el peligro de anquilosarse y de sufrir una dependencia que genera un régimen vertical y alejado de sus habitantes.

Ni con Chávez ni contra Chávez, lo que se defiende es la alternancia en el gobierno como principio básico de la democracia. No se trata de si Chávez es buen o mal gobernante, no se trata de si está sano o enfermo, no se trata de si su elección es legítima o ilegítima, no se trata de si Chávez es de izquierda o derecha.

Se trata de entender que a lo largo de la historia la perpetuación en el gobierno ha traído, casi siempre, perjuicios para la mayoría de los ciudadanos de las diferentes sociedades en que esto ha acontecido. La lucha por la equidad puede coexistir con la democracia y sus principios, no es necesaria la perpetuación en el gobierno para lograr una mayor igualdad.

Si la denominada revolución bolivariana ha producido los beneficios de reducir la pobreza en más de un 20%, el pueblo venezolano será el primero en defender esa conquista aun cuando Chávez deje el gobierno. La permanencia continuada en las estructuras gubernamentales por parte de una sola persona, lejos de ser una señal de fortaleza es todo lo contrario. Las grandes revoluciones son hechas y mantenidas por el pueblo, no son obra de una única persona y mucho menos de aquellos que se creen imprescindibles.
Artículo publicado en el Diario El País.cr, 30 de Octubre de 2012. (2)

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